Los sistemas de ventilación a lo largo de la historia

La preocupación por conseguir albergar un aire limpio dentro de los edificios ha acompañado al hombre a lo largo de su historia. Ya en la antigua Roma, el médico griego Galeno (129 D.C. /216 D.C), expuso sus conocimientos en esta materia en una síntesis médica conocida como Galenismo. En ella establece entre otros principios que es esencial mantener o buscar la pureza del aire (el «buen aire»), proponiendo si es necesario la utilización de perfumes, fumigaciones, etc. El aire impuro o corrupto (el «mal aire») fue considerado por Galeno como la causa segura de patologías de carácter epidémico o infeccioso.

La relación entre un aspecto y otro también fue expuesto por Florence Nightingale (1820-1910), considerada la madre de la enfermería moderna, la cual describió la importancia de la ventilación en sus «Notas sobre Enfermería». Junto con la temperatura, la iluminación, la dieta, la higiene y el ruido, la ventilación era la base para conseguir un entorno saludable. Florence Nightingale instruía a sus enfermeras para que el aire fuera adecuado y periódicamente renovado, considerándolo de vital importancia para conseguir la recuperación de los pacientes. Estos planteamientos higienistas condicionaros el diseño arquitectónico de los edificios del siglo XX, cuando empezaron a utilizarse tipologías constructivas que incluían patios interiores que facilitaban abrir huecos en las fachadas para crear una ventilación cruzada dentro de las estancias. También se incorporaron patinillos y conductos para ventilar los cuartos de baño. La aparición del hormigón armado y la posibilidad de construir cerramientos ligeros permitió abrir grandes huecos en las fachadas que mejoraron notablemente la iluminación y la ventilación del interior de las viviendas, y con ello sus condiciones de salubridad.

 

Tendencias actuales

En la actualidad se constata de nuevo que la contaminación del aire interior de los edificios es la causa de múltiples problemas de salud que pueden abarcar desde una simple fatiga hasta síntomas compatibles con alergias, infecciones,etc. Incluso en algunas ocasiones se pueden llegar a desencadenar importantes enfermedades como el cáncer si se respiran partículas de amianto o se está en contacto con el gas radón. La construcción de edificios cada vez más herméticos fue promovida a partir de los años 70 del pasado siglo XX, como respuesta al exceso de consumo energético que suponía acondicionar todos los espacios interiores. Esto obligó a dotar a los edificios con sistemas de ventilación mecánica que renovaran regularmente el aire del interior.

Los sistemas de ventilación actuales como la ventilación mecánica de doble flujo, propician la renovación del aire contaminado con criterios de eficiencia energética. En este tipo de ventilación se consigue un notable ahorro energético mediante el uso del intercambiador de calor, el cual es capaz de captar el calor del aire contaminado extraído de la vivienda y transmitirlo al aire limpio procedente del exterior, por lo que la ventilación no produce un enfriamiento de las estancias interiores con el consiguiente aumento en el consumo de calefacción. Este objetivo se consigue también mediante sensores que activan el sistema de ventilación para introducir exactamente el caudal de aire necesario en cada momento. Estos sensores pueden medir el grado de humedad como sucede en los sistemas higrorregulables, o también el nivel de CO2.

 

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