higrostato

El higrostato y la humedad en el confort ambiental

El higrostato es un mecanismo capaz de medir y regular la humedad en el interior de un edificio. Cuando se activa es capaz de detectar variaciones en la humedad o la temperatura, y de humidificar el ambiente hasta restablecer los niveles aconsejables de humedad. Es por tanto un elemento importante a la hora de garantizar las condiciones de salubridad y confort higrotérmico en espacios interiores tanto si se trata de un edificio de viviendas, una oficina o un centro docente.

La humedad es un factor importante que puede determinar la calidad del aire en el interior de un local. Afecta a las personas y seres vivos que lo habitan pero también a los objetos y los materiales de construcción. Cuando los niveles son excesivos suele condensarse en forma de agua líquida. Las condensación favorecen la aparición de mohos y ácaros cuya proliferación puede provocar enfermedades respiratorias. Cuando por el contrario es muy baja, afecta a la garganta produciendo sequedad y también deteriora la madera y otros materiales de revestimiento. El confort higrotérmico es por tanto un objetivo que sólo se alcanza cuando el individuo no experimenta ni frío ni calor, es decir cuando las condiciones ambientales como el movimiento del aire, la humedad o la temperatura están favoreciendo la actividad que realiza. Su medición no es sencilla ya que entran en juego aspectos subjetivos.

 

Otros factores que influyen en nuestra sensación de confort

Otros aspectos que junto con la humedad influyen la sensación de confort son:

La temperatura seca es la temperatura a la que se encuentra el aire que rodea al individuo. Las personas interactúan continuamente con su entorno de manera que la diferencia entre esta temperatura y la temperatura de nuestra piel condiciona el intercambio de calor entre esa persona y el ambiente. A este intercambio se le denomina intercambio de calor por convección. También se produce un intercambio por radiación que es el que se establece entre una persona y las superficies que la rodean bien sean las paredes, techos o cristales. Este tipo de intercambio puede hacer confortable el interior  de una casa cuya temperatura es de 14 ºC, pero cuyas paredes están 22 º C. Cuando la temperatura de la piel es mayor que la temperatura radiante, éste cede calor al ambiente. Si por el contrario es inferior el cuerpo recibe un aporte de calor de la estancia.

La velocidad del aire interviene en las sensación de calor: en verano aumenta nuestra sensación de confort mientras que en invierno la disminuye, por lo que es necesario reducirla.

Al margen de las condiciones ambientales, realizar una actividad intensa nos aporta una mayor sensación de calor. De hecho nuestro cuerpo transforma en trabajo útil el 10 % de nuestra actividad. El resto se convierte en calor que nuestro cuerpo tiene que disipar por ejemplo a través de la sudoración.

La vestimenta también es una variable que condiciona nuestra sensación de confort. A medida que aumenta la resistencia térmica de nuestras prendas de vestir es más difícil para nuestro organismo desprenderse del calor. Una ropa ligera en verano permite mantener un equilibrio entre el calor generado en el organismo por la temperatura ambiente, y la cantidad de calor que es capaz de trasferir a ese mismo ambiente a través de la ropa.

 

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